Atiende a menores en situación de desamparo, garantizándoles su salud y bienestar psicosocial
Hace veinte años, con la presencia del Cristo de la Sangre en la Capilla de lo que hoy son los Servicios Centrales de Obras Cristianas de Gibraleón, se inauguraba el Centro de Protección de Menores Adonai Emaús de la asociación olentense. Y ayer se celebró con una festiva merienda el trabajo realizado durante estas dos décadas, en las que se han ido poniendo de manifiesto que el amor y la misericordia son las claves para construir una sociedad más justa, sobre todo en lo referente a los más pequeños y humildes.
Se trata de un centro destinado a atender a menores en situación de desamparo, funcionando como un verdadero hogar de acogimiento residencial de los niños que se encuentran desprotegidos familiarmente.
El padre Diego Suárez Mora, presidente de Obras Cristianas de Gibraleón, destacó que “sólo el amor mueve obras como estas, haciéndolas posibles, y gracias al amor de Dios -y sólo al amor de Dios y su infinita ternura a niños como los de Adonai Emaús- podemos nosotros hacer nuestra labor de amparo, desarrollo personal, físico y emocional, con estos pequeños”, añadiendo que “ya lo dijo Jesús: lo que hagáis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hacéis”. Finalizaba diciendo que “para la Asociación de Obras Cristianas de Gibraleón es una auténtica maravilla poder amar a Dios sirviendo a los más humildes y desprotegidos de la sociedad”.
Por su parte, Luis Carlos Sáenz de la Torre, director del centro, manifestó que en “Adonai Emaús trabajamos diariamente para modificar los desajustes que impiden a los menores vivir un equilibrio emocional, potenciando una imagen de sí mismos deteriorada y transformando las visiones negativas que tienen de las relaciones interpersonales fruto de experiencias vividas en su seno familiar”.
En cuanto a las funciones del C.P.M. Adonai Emaús destacamos las siguientes:
Asistenciales, educativas, afectivas y terapéuticas, dando respuesta a las necesidades de desarrollo físico, psíquico, social y emocional, compensando los posibles déficits que sus circunstancias hayan podido ocasionar.
Detección de las especiales necesidades de atención social, pedagógica, sanitaria o psicológica que puedan presentar las personas menores, garantizando una respuesta adecuada a las mismas, tanto desde el centro como desde el aprovechamiento o movilización de otros recursos externos, siempre desde el criterio de la tendencia a la normalización.
Facilitación de un entorno de seguridad y afecto donde los menores perciban y sientan acogimiento, cariño, seguridad y protección, donde puedan manifestar sus angustias y ansiedades y se les escuche y atienda de forma comprensiva y afectiva.
Preparación de los usuarios acogidos para el retorno al hogar familiar de origen, la integración de familia acogedora o adoptante o la creación de las condiciones para la emancipación o la vida independiente al llegar a la mayoría de edad. Los centros de protección de menores trabajan para que las personas que atienden puedan en el menor tiempo posible, vivir en condiciones de normalidad y constituyen en sí mismos espacios normalizados.